La oposición debe asumir que aprendió poquísimo o nada en los últimos años, y la derrota debiera ser su gran fuente de aprendizaje. No se trata de autoflagelarse, sino simplemente de hacer una aceptación en privado… y en público, lo que implica construir una narrativa que logre atravesar el río revuelto de estos días, y que conecte auténticamente con la gente que hoy está preocupada por el futuro, y le de una ruta hacia la reflexión, la esperanza y la acción. Como dice Simon Sinek, “el liderazgo hoy no consiste en estar al mando, sino en cuidar de las personas a tu cargo”.

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Ser opositor no implica siempre oponerse a todo. El Frente, si quiere cumplirle a su electorado y ser un representante de él con verdadera capacidad de influencia, debe cuidarse de no terminar conformando el Rincón de los Enojados, marginándose en una burbuja donde se vocifera con furia y rechazo... muy respetables, pero poco estratégicos

El Frente no debe confundirse en su objetivo central que es competir por los espacios de poder para representar los anhelos y defender las causas de las suyas y suyos, y no ganar un inútil y anticlimático debate por la verdad.

Hoy a casi seis meses del día de la votación, ya no hay tiempo para teorizar o plantear idealismos. “Lo posible es enemigo de lo perfecto”, decía Voltaire.

La oposición y sus huestes deberían dejar de lado los afanes pedagógicos y los consejos casi reclamantes para con su candidata, y ponerse a trabajar con lo útil que hay en la mesa, que no es poco.

Estamos por ver si la oposición ha logrado avanzar en estos 5 años para resistir, desactivar y avanzar ante la poderosa maquinaria comunicacional de López Obrador.

El Presidente hoy derrapa en círculos tratando de dar en el blanco, al punto de ser él quien encabeza personalmente y en redes, el ataque contra Xóchitl Gálvez, y es que el superpoder de su adversaria es que lo mismo da testimonio sobre su origen humilde, que conecta con quienes comparten la aspiración del estilo de vida de la clase media mexicana. Y todavía falta poco menos de un largo año.

La narrativa que viene será como una gran roca que obstruirá la carretera por donde las oposiciones quisieran avanzar, porque con el PRI como un partido derrotado, reducido y en extinción, pues a los suyos han tenido más embajadas que triunfos electorales. El PAN que se dibuja como una resistencia que no encuentra su lugar fuera de sus territorios de siempre, y que cree que con el discurso de rechazo pejista llegará a algún lado, o el PRD y su terquedad para no desaparecer, y cuyas reuniones plenarias podrían hacerse en un Starbucks. Y Movimiento Ciudadano, con su apuesta por un futuro incierto a costa de lo que sea. O la Sociedad Civil opositora, bailando al son que le tocan los partidos, aunque ella pague la orquesta. Con este escenario de narrativa colectiva, el mensaje central será lo inevitable del triunfo total de Morena en 2024, y aunque haya cifras que digan lo contrario, la narrativa siempre prevalecerá sobre lo cuantitativo.

Las oposiciones han desdeñado el poder de la comunicación conectiva, y le han apostado a la posibilidad de los argumentos. Hoy, además de una narrativa propia que se inserte en la mente de sus públicos, le hace falta una utopía que los movilice. Que Google y TikTok nos agarren confesades.

Aunque los cronistas de la transformación quieran taguear a la marcha del aniversario del gobierno con términos como apoteótica, histórica, mística y otras insólitas esdrújulas eufónicas, lo cierto es que al discurso de la 4T le pasa como a los secretos en Las Vegas: lo que se dice en el 4T se queda en la 4T. Y es que en cuatro años la sofisticada maquinaria de propaganda de la 4T, ha construido su gloria y su condena. No se han dado cuenta que su estrategia se puede volver un búmeran.