Las aportaciones de Piedad de la Cierva a la ciencia española son evidentes. Su trayectoria científica presenta una continuidad desde los años treinta hasta los sesenta que abarca dos periodos históricos muy distintos, la segunda república y el franquismo. Esta continuidad es un rasgo interesante en su trabajo pionero. Fue una mujer valiente, a la que su pasión por la ciencia llevó a transitar por caminos no muy habituales por las mujeres de su tiempo.
El comienzo de sus memorias es quizá el mejor resumen de su vida: «Acabo de cumplir ochenta años y aún estoy asombrada. He llegado hasta aquí suavemente, casi sin darme cuenta y dejo atrás un largo pasado, que voy a recordar un poco duro a veces; pero lleno de sentido, de trabajo, de alegría y de paz».