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サマリー
あらすじ・解説
ODIADO SIN MOTIVO
Para algunos es fácil hacer enemigos, ya que algunas personas tienen un temperamento y un carácter para nada agradable. Pero también hay personas que a pesar de tener un carácter tranquilo y amistoso, están rodeados de gente que procura su mal, ya sea por envidia o alguna rivalidad existente entre ellos. Jesucristo fue uno de los hombres que pese a tener un carácter manso y humilde, estaba rodeado por un gran número de personas que procuraban su mal, y no solo lo desearon, sino que actuaron con las perversas intenciones de destruirlo. Para lo cual lo acusaron falsamente de delitos que nunca había cometido, tal como nos da a conocer este salmo mesiánico: “Los que me odian sin motivo suman más que los cabellos de mi cabeza. Muchos enemigos tratan de destruirme con mentiras, me exigen que devuelva lo que no robé.” Salmos 69:4 NTV.
Aun cuando este salmo se refiere a David, es aplicado a la vida terrenal de Jesucristo, ya que el Señor estaba rodeado de un gran número de personas que trataban de destruirlo injustamente. Cuando el Señor yacía en la cruz del calvario, muchos hombres perversos se movían cual remolino, esperando que dé su último aliento de vida. Mientras esperaban la muerte de Jesucristo, sus enemigos escupían su veneno de odio, amargura y crueldad, sin ni siquiera pensar que ellos eran los que debían estar en esa cruz, pagando por sus delitos y pecados. En Su gloriosa obra de redención, Jesucristo restituyó a Dios por las pérdidas que habían sido causadas por el pecado del hombre, pues por esto, Dios fue privado de su servicio, adoración, obediencia, honra y gloria. El hombre mismo fue privado de vida, paz, gozo y comunión con su Creador. En un sentido muy real Cristo vino a este mundo para restituir lo que no robó. Él fue la verdadera ofrenda por los delitos y pecados de toda la humanidad, una ofrenda que satisfizo la justicia divina de Dios.
Como nuestra ofrenda por el pecado de la humanidad, el Unigénito Hijo de Dios no sólo pagó lo robado por la transgresión del hombre, sino que añadió más. Porque Dios Padre recibió más gloria a través de la obra consumada de Su amado Hijo en el madero, que si el pecado nunca hubiese entrado a la vida de los hombres. Por medio de nuestro pecado Él perdió a Sus criaturas; pero mediante la gracia Él ganó para sí, hijos. Y nosotros estamos mejor en Cristo de lo que hubiéramos estado en Adán si no hubiera pecado. Gracias a esta entrega total de Jesucristo en la cruz del calvario, todos nosotros que merecíamos el más terrible castigo, fuimos liberados de toda condenación, ahora nuestras culpas fueron borradas definitivamente y podemos acceder al trono de la gracia para morar eternamente junto a nuestro amoroso Padre Celestial.