• Homilías de cuatro minutos

  • 著者: Joseph Pich
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Homilías de cuatro minutos

著者: Joseph Pich
  • サマリー

  • Homilías cortas del domingo
    © 2024 Homilías de cuatro minutos
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あらすじ・解説

Homilías cortas del domingo
© 2024 Homilías de cuatro minutos
エピソード
  • 32 Domingo B La ofrenda de la viuda
    2024/11/07

    La ofrenda de la viuda

    Hoy las lecturas de la Misa nos ofrecen dos viudas. En la primera lectura la viuda de Elías y en el evangelio la viuda del templo. Las viudas tenían una vida difícil porque no tenían un marido que las cuidase, y su vida era más dura si no tenían hijos. Ambas viudas eran generosas, pues a pesar de ser pobres, dieron todo lo que tenían. Recibieron más de lo que dieron. La viuda de Elías recibió comida para todo el año. Jesús alabó a la viuda del templo; la canonizó en el momento. Seguramente se encontró una fortuna cuando volvió a su casa.

    Jesús estaba con sus discípulos sentados en frente del tesoro del templo, mirando como la gente echaba en él dinero, algunos de ellos grandes cantidades. Era todo un espectáculo, ver como los ricos traían bolsas llenas de monedas de oro y plata, y las dejaban caer dentro del tesoro, resonando con un ruido metálico. La hucha del tesoro estaba situada en un lugar central, para animar a la gente a ser generosos. Nos gusta aparentar, que la gente admire nuestras buenas obras. Nadie se fijó en una pobre viuda vestida de negro, que echó dos monedas de cobre, sin hacer ruido. Jesús se dio cuenta de su generosidad, porque sólo él puede ver dentro de nuestros corazones. Cuando ya se iba sin atraer atención hacia ella misma, Jesús la señaló a sus discípulos, y les dio una lección gráfica, mencionando su obra heroica.

    Los ricos daban a Dios de lo que les sobraba; la pobre viuda dio todo lo que tenía. A Jesús le movió su generosidad y dijo a sus discípulos que había puesto más que todos ellos juntos. Los ricos tuvieron su recompensa en la tierra. A esta viuda le estaba esperando en el cielo. San Josemaría dice: “¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuando la pobre viuda deja en el templo su pequeña limosna? Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco o en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des.”

    Nos ganamos el corazón de Jesús con nuestra generosidad. Hay un dicho que dice que a Dios se le gana con la última moneda. El reino de los cielos no tiene precio, pero al mismo tiempo cuesta todo lo que tenemos hasta el último centavo. Si la botella de vino no está llena, el aire convierte el precioso líquido en vinagre. Venimos a este mundo desnudos, sin nada, y nos vamos de la misma manera. No puedes llevarte nada, a no ser que se lo des a Dios. Lo que le des, lo encontrarás en la otra vida; si te lo quedas, lo pierdes.

    Dios siempre pide primero. Nos extraña, pues él tiene todo lo que nos hace falta, y él debería ser el que nos ofreciera sus gracias, en vez de que sea él el que nos pida. Dios se ofrece a nosotros, pero antes hay que hacer hueco para que quepa. Cuanto más das, más recibes. La Madre Teresa de Calcuta solía decir: “Tienes que dar hasta que duela. Entonces serás feliz.” No podemos ganar a Dios en generosidad. Una vez un pobre le pidió a Alejandro Magno una limosna. Este dijo que le hicieran señor de cinco ciudades. El pobre respondió que no había pedido tanto. Alejandro contestó: tu pides como eres; yo doy como quien soy. Somos niños pequeños que llevamos en nuestros bolsillos pequeños tesoros: un trozo de vidrio, un botón perdido, un soldadito sin cabeza. Nos cuesta dárselos a Dios cuando nos los pide. No seas tacaño.

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    4 分
  • 31 Domingo B Amar al prójimo
    2024/11/01

    Amar al prójimo

    Somos viajeros, peregrinos en la tierra; venimos de Dios y a él volvemos. Hoy en el evangelio Jesús nos dice cuáles son los dos mandamientos más importantes para alcanzar el reino de los cielos: amar a Dios por encima de todo y al prójimo como nos amamos a nosotros mismos. Son un resumen de nuestra fe. Hoy podemos examinarnos como los estamos siguiendo. No son fáciles de cumplir. Normalmente nos amamos a nosotros primero, amamos a los demás por lo que pueden hacer por nosotros, y amamos a Dios por si existe. Deberíamos volver las cosas del revés como un calcetín. Una vez ponemos las cosas del derecho, sabemos que estamos en el camino adecuado para volver a la casa del Padre.

    ¿Es posible amar al prójimo como lo hacemos a nosotros mismos? Por supuesto que es posible; Dios no puede pedirnos algo imposible. Es ese amor generoso, desinteresado, que todo el mundo admira. Es el amor de una madre que ama a su hijo más que a ella misma. Hay otros amores similares: el de un soldado que da la vida por su patria, un mártir que muere por Cristo, o uno que pone en peligro su vida por salvar a otro. San Maximiliano Kolbe se cambió por otro hombre en un campo de concentración nazi, que estaba condenado a muerte. Una niña le contó su secreto a su tío cuando se acababa de ordenar sacerdote: te amo más que a mí misma. Hay gente que arriesga su vida para salvar su propiedad, sus animales, las cosas que aman.

    Ambos mandamientos están relacionados. Cuanto más amamos a Dios, más amamos a los demás. Dios nos empuja hacia afuera. Se puede decir que amamos a los demás con el amor que Dios nos tiene. El amor de Dios nos ayuda a ver a los demás como hermanos, como sangre nuestra. Funciona en los dos sentidos: cuanto más amamos a los demás, más amamos a Dios. Son dos caras de la misma moneda. Tenemos los ejemplos de los santos, que nos dan lecciones de amor al prójimo.

    Nosce te ipsum, conócete a ti mismo. Era un aforismo inscrito en el templo de Apolo en Delfos. Debería haber otro que dice: Ame te ipsum: ámate a ti mismo. Vemos que en nuestra sociedad hay mucha gente que se odia a si misma. No les gusta lo que la gente ve de ellos y les gustaría ser diferentes. Los medios sociales no ayudan; promueven la envidia, al presentar una imagen perfecta e idealizada de los demás. ¿Cómo puedes amar al prójimo si no te gustas? ¿Cómo podemos aprender a amarnos a nosotros mismos? Muy sencillo: mira a Dios que es Amor y que nos quiere más que nadie. Nos ha creado como somos y nos quiere así. Del mismo modo que un bebé, se vuelve consciente de sí mismo al experimentar el amor de su madre, lo mismo nos ocurre a nosotros al descubrir el amor de nuestro Padre Dios.

    Deberíamos descubrir el amor que Dios tiene por nosotros. Cuando lo reconocemos, es más fácil darnos a los demás. Dicen que amar significa querer lo mejor para el otro. Nos olvidamos de que hemos sido creados para amar. Somos felices cuando amamos a los demás como quieren ser amados. ¿Cómo experimentamos el amor de Dios si no hace lo que le pedimos o cuando nos hace sufrir? San Pablo tiene una expresión maravillosa: “Sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios.” Cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, sabemos que todo lo que nos pasa es lo mejor para nosotros.

    josephpich@gmail.com

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    4 分
  • Todos los Santos
    2024/10/30

    Todos los Santos

    Una vez al año la Iglesia como buena madre se acuerda de nuestros hermanos que ya han entrado en la eternidad. En el primer día del mes los santos que están en el cielo; en el segundo, las almas del purgatorio. Se dice que hay unos diez mil santos canonizados por la Iglesia. Pero es imposible cuantificar todos los santos del cielo. No tenemos tiempo para canonizar a toda persona que entra en el paraíso: son millones. Los llamamos santos anónimos, que significa sin nombres, aunque para Dios todos tenemos un nombre escondido. Esperemos que un día esa será nuestra fiesta. Hoy es la fiesta más importante en el cielo por el número de santos que celebramos su dies natalis, su nacimiento a la vida eterna.

    El recuerdo de los santos nos ayuda a levantar nuestros ojos hacia el cielo. A ellos no les afecta, pues ya están inmersos en Dios y no les hacen falta nuestras oraciones. Nosotros sí que necesitamos su ejemplo, su modelo de vida, inspiración e intercesión. No se trata de copiarlos, porque cada persona es única, sino para convencernos de que podemos ir al cielo, de que Dios nos quiere consigo y de que tenemos las gracias necesarias para conseguirlo.

    ¿Qué es la santidad? No implica ser perfectos. Significa que cuando morimos, vamos derechos al cielo. Es imposible ser perfectos, pero podemos llegar al paraíso gracias a la ayuda de Dios. Todos tenemos la sensación de que si morimos ahora quizá podamos colarnos en el purgatorio. Entonces, ¿Cómo podemos pretender el cielo? Con la misericordia de Dios; es tan potente que nos puede hacer completamente limpios. Y ahí está para alcanzarla. Hoy la Iglesia nos quiere recordar que hemos sido creados para estar con Dios para siempre. Es bueno recordar la famosa pregunta que se hizo San Ignacio de Loyola, cuando leía las vidas de santos y experimentaba una paz maravillosa en su alma: Si ellos pudieron, ¿Por qué no yo? El demonio nos quiere desanimar y convencernos que es casi imposible llegar al cielo.

    Un día la hermana de Santo Tomás de Aquino le formuló una pregunta difícil, quizá la más importante para nuestra vida, la misma que le hizo el joven rico a Jesús: ¿Qué debemos hacer para llegar al cielo? Santo Tomás, que era un hombre de pocas palabras, siempre preciso en sus explicaciones, respondió con una palabra: Quererlo. Es cuestión de deseo. Dios nos abrirá la puerta si lo queremos de verdad, si la empujamos con nuestra lucha y ambición.

    Santa Josefina Bakhita al final de su vida expresó de una manera bien bonita el deseo que todos tenemos: “Viajo muy despacio, pasito a pasito, porque llevo conmigo dos maletas bien grandes. Una, llena de mis pecados, y la otra, más pesada, con los méritos de Jesucristo. Cuando llegue al cielo, abriré las dos maletas y le diré a Dios: Padre eterno, ahora me puedes juzgar. Y le diré a San Pedro: cierra la puerta, porque aquí me quedo.”

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