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After getting his Master's degree in the US, and because he can't get a job, and because all he wants to do all day is sit at his Play Station, Enrique Márquez Pino, a middleclass Bogotan, is forced to return to his home country, where he is to live with his father. Enrique believes that nothing is unattainable for a young, smart and hard-working Colombian (poor idiot). Nothing gets too nice for him in Bogotá, but at least he gets the chance to portray his countrymen and women.

El protagonista de estos diez relatos se llama tal y como su autor y, hasta donde parece, ha vivido su misma vida. Gringadas cuenta la vida de un colombiano en los Estados Unidos. No se trata de historias independientes; los personajes de un cuento aparecen en el otro, de tal manera que el texto, lleno de ironía y humor, pasa por nuestros ojos como una novela.

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El poder de la determinación queda retratado de manera magistral en la persona del soldado Rowan. Sin permitirse ninguna vacilación, el militar cumple con la tarea que se le encomienda. La historia es contada, en este texto clásico y fundacional del género del desarrollo personal, por Elbert Hubbard en 1892.

En esta reveladora novela de no ficción Daisy Hernández hace un recuento de lo que las mujeres de su familia colombo-cubana le enseñaron acerca del amor, el dinero y la raza. Al final de este hermoso libro, Daisy Hernández, una latinoamericana queer, ha acercado el inglés y el español hasta crear un nuevo e inimitable idioma, como parte de una valiente y brillante negociación de un mundo multilingue.

La narración que ahora presentamos corrobora la premisa que le da título. Sí: el amor es horrible cuando se describe con agudeza y sin romanticismo, cuando se le desnuda, cuando se retrata con saña, sin buenas intenciones y con un propósito que, de tan sincero, es descarado.

Se ven por ahí, con insufrible frecuencia, prepotencia y esnobismo, quienes afirman que el futbolista es un ser unidimensional, un ente que solo puede consumir la existencia si se le sirve después de pasar por el tamiz de su pasión futbolera. Esta postura va bien encaminada, pero termina pegando en el palo. El verdadero futbolista es, sin duda y desde la médula, solo futbolista.